Toro Androcephalic alado
Después de un período de crisis, el imperio asirio reanudó la expansión bajo los reinados de Teglat-Phalasar III (744-727) y Sargón II (721-705). Este último puede emprender la construcción de una capital de prestigio, nombrada en su honor Dûr-Sharrukîn, "la fortaleza de Sargón" (ahora Khorsabad). Todo está marcado por el sello del gigantismo y la majestuosidad real.
La ciudad está rodeada por una poderosa muralla cuadrangular atravesada por siete puertas monumentales y contiene en su corazón una ciudadela, también fortificada. Alberga un vasto complejo palaciego, construido en una terraza que abarca la pared exterior. Las puertas de la ciudad, así como las entradas importantes del palacio, especialmente las de la sala del trono, están custodiadas por toros alados con cabezas de hombres, antiguos genios protectores encargados de prevenir cualquier amenaza. Mucho más grande que Nimrud, se integran directamente en la arquitectura ya que la parte superior de su cuerpo sirve como base para asentar la bóveda de ladrillos crudos de las puertas. Estos colosos híbridos, que llevan una pesada tiara con cuernos, emblema de lo divino, presentan un rostro humano animado por una sonrisa benevolente. Diseñados para ser vistos tanto en perfil (en movimiento) como en frente (parado), se presentan con un total de 5 patas. Una mezcla de fuerza y serenidad, estos genios protectores asombrosos dieron la medida del poder de un imperio asirio entonces en plena expansión.
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Estos imponentes toros son un motivo de inspiración siria, así como uno de los rasgos particulares que conforman la decoración de los palacios. Su primera aparición está registrada en Nimrud en el reinado de Ashurnasirpal II, para luego desaparecer en el reinado de Ashurbanipal.
No sería de sorprenderse que los toros alados con cabezas humanas fueron colocados a manera de guardianes en algunas puertas de la ciudad y el palacio, éstos eran genios protectores nombrados shedu o lamassu. Estos símbolos combinaban hombre, toro y pájaro, por lo que ofrecían protección contra el enemigo.
Por otro lado, también poseían una función arquitectónica, ya que gran parte del peso del arco era soportado por estas esculturas. En 1843 las excavaciones realizadas por Paul Botta encontraron despejado el sitio y revelaron algunas obras, las cuales fueron enviadas al Museo del Louvre.